viernes, 13 de diciembre de 2019

En pausa y dolor estoy mientras una imaginaria Gabriela se para a buscar el tabaco para (es)fumar la mierda que lleva dentro, también a veces se para y toca el ukulele en formas desconocidas, mientras expulsa lágrimas en forma de notas que va recién conociendo. Esa sombra ilusoria de mí, que veo mientras en realidad no logro salir de la cama, no logra hacer siquiera lo que debería. Un curso de Excel avanzado y diversas plataformas digitales de buscar trabajo están latentes, en el estómago, rondan en la cabeza y nada logran de nosotras -de la imaginaria y yo- Aún no sé cuál, o si tuvieron que unirse para tomar este lápiz y escribir estas cosas que no entiendo.

Hace un poco de tiempo intento asimilar que esta piel que veo en mis manos escribientes y la de otros lados, es el límite de mí con este mundo, al que llegué sin intención alguna. A veces siento que en todo este contorno limítrofe duele el exterior hostil, ahí es cuando no sé cuán impermeable es, el ardor punzante llega a lugares interiores desconocidos y también es ahí cuando ya no sé distinguir cuál hostilidad es peor -dentro o fuera. Quizás, es eso lo que me paraliza (aunque, será solo eso?). Nada parece tener sentido cuando no hay claridad en ningún lugar; una intención, un motivo, una pausa en el dolor, algo que vuele la cabeza -o que la apague.